viernes, diciembre 12, 2003

Hoy descubrí algo terrible oscuro y venenoso que me fue oculto desde hace mucho tiempo. Este ocultamiento, esta feliz ignorancia fue posible quizás gracias al aval de mi subconsciente, que a modo de coraza protectora de dolores demasiado violentos, evadió incursionar con profundidad en tales aspectos: ¡No existe un estándar para el orden de los cubiertos en los tres compartimentos del primer cajón de la cocina!

Viví todo este tiempo engañado. Este descubrimiento maldito agrega una condición a la lista de compatibilidades que debo verificar en esa mujer de mi vida que se niega a mostrarse sino por planos parciales, inconclusos, esquivos, tentadores pero infieles. Una nueva variable. Una nueva dimensión. Con sus seis posibilidades, hace que en el más estable de los universos uniformes, yo deba descartar cinco de cada seis mujeres de mi vida. ¡Cuando todavía no encontré a la primera!

En lo profundo del hueco de la desesperanza, hice una encuesta. De cinco personas, obtuve todas respuestas distintas, y no fue por una grata uniformidad, sino porque me expulsaron de un codazo de mi hemosa perfección matemática y me dieron dos respuestas fuera de la belleza factorial. El mundo es cada vez más negro. O cada vez más gris, que es peor.

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