martes, octubre 26, 2004

Broligame

Chizz citó en su blog un juego.
Aquí me pongo a hacerlo.
Las instrucciones son:

1. Agarrá 5 libros.
2. Libro #1 -- primera oración del libro
3. Libro #2 -- última oración de la página 50
4. Libro #3 -- segunda oración de la página 100
5. Libro #4 -- anteúltima oración de la página 150
6. Libro #5 -- última oración del libro
7. Hacé un párrafo con las 5 oraciones.
8. Sentite libre de hacer un poco de trampa para que el párrafo quede mejor.
9. Citá tus fuentes
10. Postealo en tu blog

Este es mi refrito:

Sentía náuseas, náuseas de muerte después de tan larga agonía; y, cuando por fin me desataron y me permitieron sentarme, comprendí que mis sentidos me abandonaban. El viejo agujero estaba ahora desocupándose un poco. Algo me preocupaba. Cristo no, desde luego. ¿Qué es la vida si no un sueño?

Libro 1: Los crímenes de la calle Morgue y otros cuentos, Edgar Allan Poe (la frase es de El pozo y el péndulo).
Libro 2: El Señor de los Anillos, J. R. Tolkien
Libro 3: Softwar, Thierry Breton y Denis Beneich
Libro 4: El mundo y sus demonios, Carl Sagan
Libro 5: A través del espejo, Lewis Carrol

Un pelín delirante, debo decir.

miércoles, octubre 20, 2004

OCD

Ya me atacó el online compulsive disorder.
Pensé que iba a tardar más la bandancha en atraparme.
Es culpa de los que me hicieron conocer cosas como el pictionary en la gueb, etc.

Pooorque ya no escribo ni cuando puedo ni cuando quiero
porque yo ya no soy el primero...

--- Estopa.

No. No tiene nada que ver. Pero sonó en mi cabeza, y lo pongo.

lunes, octubre 18, 2004

Buzz la rompe

Estoy usando buzznet como fotoblog. Está bueno porque submiteás por mail, y pone las fotos al toque, y anda joyanes.

Así que, agradecido y en un acto de deferencia, les brindo este costosísimo espacio de publicidad, porque los pibes la están manejando bien.

De nada, de nada.

Go, Gadget, go!

No soy un tipo que sepa ubicarse. Si me pasa algo, me pasa en todos los planos de la vida. Soy de los que cuentan chistes de matemáticos en una reunión de sociólogos, sabiendo que nadie se va a reir, pero como el chiste me gusta tanto, pero tanto, lo hago igual. No encuentro un ejemplo mejor (porque este lo es por excelencia), ni una razón que justifique ese comportamiento.

Ahora estoy copado con el Go. Juego milenario, yadda, yadda, vealón en la Academia Argentina de Go o en los milmiyón lugares de Internechi en que se habla de él, si les interesa. Estoy copado y quiero que todo el mundo se enamore del juego. La sensación es la misma que con el chiste. Pero el juego está tan bueno que de este modo tan poco marquetinero, lo comento.

No saben lo que se pieeeeerden...
(o quizás mejor)
¿A que no sos tan macho de jugarte un partidito? Ahhhh... ¡arrugaste!
Mmmm... no creo. Yo me volví infalible a ese argumento cuando terminé la escuela primaria.

viernes, octubre 15, 2004

Viernes en la piel

Ayer jueves tuve sensación de viernes en la piel, justo al revés de lo que debió pasar, ya que si el lunes fue feriado, debí sentir un miércoles.

La primera mitad del día intenté por todos los medios sentir un jueves, pero el aroma viernil se me pegó tan fiero que decidí aceptar el cambio y vivir un viernes.
Luego de la decisión todo fue mucho más fácil y calmo. Y lo disfruté mucho, sin pensar que el día siguiente debería trabajar o no.
Ahora no sé si hoy debo ir al trabajo.
Por eso estoy a estas horas todavía dando vueltas por aquí.

¡El lado optimista es que tendré una semana con dos viernes!

jueves, octubre 14, 2004

Uñas de negro

Así como la persona que se siente un poquito fea se pinta las uñas de negro y el pelo de violeta, para ser fea por elección, así dejé de escribir yo aquí en un momento de alta publicidad de mi blog.

Porque necesito poder decir que estoy falto de público por escribir poco. Porque necesito esconder en una voluntad la tragedia de mis dotes naturales.

Pero acabo de leer un blog primitivo, y me ofreció tantas emociones que brotó en mí nuevamente esa idea de vocación de servicio. Esa idea de deberse al público. Así que una vez más tropiezo con la piedra de la promesa en lugar de la acción, y aquí recomienzo la escritura.

En honor a ellos. Al primitivo y a la de las hermosas manos, que mi espalda extraña tanto. Y a la pequeña cuya nariz nada tiene que envidiarle a la Cleopátrica. No puedo ser menos que ellos en el sentido del tesón (sí puedo en tantos otros).

Heme aquí, pues, con el quitaesmalte presto y la peluca puesta.

Veremos qué pasa.

viernes, octubre 01, 2004

Sacrificio

No recuerdo cómo empezó la carrera. Seguramente como empiezan siempre. Un arbusto reseco, o lo que hasta ese momento era un arbusto reseco, salta sobre nosotros convertido en un arbusto no tan reseco, una arbusto con garras y colmillos, un arbusto con melena y con un par de arbustos amigos que nos esperarían en la dirección opuesta. Alguno de nuestro grupo se percató y comenzó la carrera. El resto lo imitó sin siquiera verificar la fuente de peligro. No hubo tiempo para tal lujo.

Ellos nunca son menos de tres. Entrenados en estrategias de caza, suelen tener éxito. Nosotros somos muchos más, pero no somos predadores. Nos limitamos a correr, a huir, a esquivar.

Ya en plena carrera, y habiéndolos visto, habiéndolos temido y hasta olido, una idea se me cruzó por la cabeza. No hay salvación. Quizás haya salvación individual. Quizás muchos nos salvemos, pero no hay salvación para el grupo. Uno de nosotros caerá. Inevitablemente.

Caerá el más débil. O el que ellos consideren el más débil. No es una cuestión de velocidad, entonces. No es una cuestión de esquive. O quizás sí, pero de esquive psicológico. La meta es no parecer el más débil. La meta es sacrificar a un compañero. Entretener sus colmillos con la carne desgarrada de uno de nosotros para poder vivir. Para poder recordar el precio que pagamos por esa vida. Por esa vida que podremos gastar evaluando lo deleznable de este pensamiento. Una vida de arrepentimiento, de asco, de autodesprecio.

La idea es eclipsar la mirada predadora con el cuerpo de una víctima. Esconderse. Escudarse cobardemente. Empujarla a sus fauces.

Me alegré. Sentí ese placer tan primitivo de seguir con vida. Mi cerebro no deseaba alegrarse, pero mi cuerpo lo hizo por él, licenciándolo de la tarea. Lo ví caer. Vi sus movimientos disminuir hasta la quietud absoluta. Los ví posarse sobre su cuerpo. Comenzar el festín. Tarea cumplida. El sacrificio se ha ofrecido, y las bestias se calmarán. Ya no hay carrera. Ya no hay enemistad. Sólo la enemistad entre mi razón y mi adrenalina. Me sentí sucio, casi muerto por haber sentido ese placer teñido de su sangre que manchaba ya los arbustos.

Pude observarlos. Sus ojos sonreían lo que sus labios tenían impedido, previendo el placer que les daría no sólo el deber de alimentarse sino el espectáculo carmín. Pasé a su lado al trote tranquilo. Pasé cerca. Quizás demasiado. Burlónamente cerca. Casi ofensivamente cerca. Ofensivamente para la víctima, que por supuesto involuntariamente cedió su carne para salvarnos. Quizás no era el más débil. Simplemente no supo que no debía serlo.

Como dije, pasé abusivamente cerca, y pude escuchar su rugido:

-- Registro de conducir y cédula verde, caballero.