miércoles, abril 28, 2004

Labor terapia

–¡Labor terapia!– gritaba mi viejo y enseguida me asignaba una tarea hercúlea proporcional a la contravención de la que yo era autor.

“El que mudare las piedras, trabajo hallará en ello (léase haliará en elio)” es una frase que le encanta.

Yo, inocente palomita, mucho más que imberbe, creía que nunca había llegado la pena tras la amenaza. Creía que por haber cumplido con denuedo la colosal tarea asignada, había logrado compensar mi falta sin tener que llegar a aquellas prometidas últimas consecuencias: el encuentro cara a cara con La Borterapia. Una especie de monstruosidad inenarrable cuya finalidad sería ajusticiar a los niños revoltosos cuando sus travesuras superaran la paciencia de sus padres. Una monstruosidad de género femenino, cualidad que la hacía aun más temible, pues las monstruosidades masculinas pueden serlo por su fiereza, su fealdad, su musculatura o cualquiera de las características que hacen a los hombres tan despreciables. Pero una monstruosidad femenina seguramente tendría un carácter misterioso, una maldad esquiva, un poder oculto, una habilidad mortífera que no se daría a conocer hasta el momento de ser aplicada sobre la carne de la víctima fatal.

Citas y más citas (léase macitas)

Ella dice que sólo somos un rejunte de citas. Yo me siento culpable de robo y muy poco imaginativo cuando cito (confieso que me siento culpable y poco imaginativo el 90% del tiempo).

En fin. Esto no es una cita. Esto es una declaración de deseo. Aquí imploro iluminación divina. ¿Viste, divina?
Acá muestro cuál es mi meta. Ya pedir un Divina Comedia del Dante sería un exceso, y no una declaración de mi "visión" (diría un pedorro manager empresarial).

Cuando llegue a esto, me avergonzará pedir más.

Igualmente, ahí falta el Vera Violeta, y ví que no es la versión que más me gusta. En lugar de "sin una queja de su labio yerto" recuerdo haber leído "sin que apostrofe al sol su labio yerto".

Averí guaré.

ECO, ECo, Eco, eco

El eco me anda fallando. Me pierde una letra cada tanto, y a veces me sesea un poco. Hoy me estiró una erre. Ahí sí que me preocupé. Si alguien conoce un buen service, me avisa.

Un poco parcialmente

El cielo está un poco parcialmente nublado, dijo una dulce voz femenina en la radio. A mí también me gusta cuando está muy parcialmente nublado. Las nubes hoy eran pinceladas enérgicas.

jueves, abril 22, 2004

Tierrita

Feliz día de la Tierra. Con mayúscula.
¡Qué boludez!
¿Cómo me enteré? Porque Gúgle tenía un pescadito alegre.
Un pececito. Si fuera pescadito no estaría tan alegre.
Hasta el recuerdo de Hitchcock en su cumpleaños o el de los hermanos Wright, o el de Mandelbrot me había caido bien esto de los aniversarios Gúgle.
Pero el día de la Tierra... come on!

Al salir del laburo me echaré un escupitajo para que nazca una planta de tomates.
Porque en eshte paísh, eshcupísh y creshe una planta de tomatesh, ¿vishte?

lunes, abril 19, 2004

Unidimensional

Conozco a una persona que vive en un mundo unidimensional.

Es un ser humano. Real. De carne y hueso. Tridimensional. Pechito Argentino.
Sin embargo vive una vida unidimensional.

Es natural que yo sienta que él se está perdiendo algo. Tengo la misma sensación de lástima y superioridad que siento cuando al pac-man lo encierran dos fantasmitas por sendas salidas de su pasillo plano. Siento ganas de hacerlo saltar, para dejar los ojos de los fantasmitas más redondos y perplejos de lo que ya son. También siento lástima porque en el juego del pac-man me queda una vida menos, pero ese no es el tema al que quiero abocarme.

No escribiría este texto si no tuviera una sensación antagónica entremezclada con la primera. La vida de esta persona unidimensional parece muy fácil desde afuera. Frente a una encrucijada (admitamos la existencia de las mismas en un universo rectilíneo, por lo que explicaré más adelante), él simplemente tiene que decidir entre dos direcciones. No infinitas como se me presentan a mí. Y he aquí que, a pesar de que bajo la prudencia y la razón jamás elegiría yo vivir unidimensionalmente cualquiera sea la ventaja que ello ofrezca, de algún modo le envidio tal facilidad de decisión.

Él decide rápido. Y no es todo virtud del universo que habita. Porque -digámoslo de una vez- él no es ciego a la tridimensión (imagino las carcajadas enedimensionales de los organismos de espacios de mayor orden que me vean evaluando estas congojas inimaginables para ellos, del mismo modo en que yo me mofo de las conojas del pac-man). Decía que él no es ciego a la tridimensión, Ya avisé que esto no es un ensayo fantástico ni cienciaficciónico (vaya aires), sino una observación de la realidad más telúrica. Él tiene una increíble capacidad, toda virtud suya, de calcular una transformación lineal de erre tres en erre, que toma cualquier punto en el espacio tridimensional y lo reduce a la recta a la que él, por propia decisión, se ha recluido (condenado sonaba demasiado parcial, y paradojal con lo voluntario de su opción).

Dos caminos cualesquiera son comparables por él. ¿Debo pedir la sopa espesa con pollo y huevo, o debo dejar mi carrera y dedicarme al arte? Yo no puedo comparar así. Las direcciones son distintas. Él no tiene problema. Todo tiene un número. Todo tiene un valor. Y en la recta dos valores son siempre comparables, si uno sabe para dónde está corriendo. En su caso particular, el valor lo pone en moneda de curso legal. Eso hace que lo desprecie un poquito más. ¡Ojo! Tengo muchos sentimientos positivos hacia él, y podría promediar los sentimientos buenos y malos que él despierta en mí para verificar si en definitiva guardo una opinión positiva o negativa... si yo viviera en un universo unidimensional.

Estas transformaciones lineales que mencioné producen que él exponga curiosas opiniones. Él afirma que dos veces un tipo de placer es lo mismo que dos placeres de distinto tipo. De nuevo, no hay direcciones. De nuevo, elige que no haya direcciones. Sólo sentidos (y surge la paradoja si se evalúan las diversas acepciones de tal palabra).

Yo no tengo su capacidad para reducir al número toda la realidad circundante, pero la tabla que sigue es una grosera aproximación de sus valores:

Su mujer: 10500
Una buena comida casera: 980
Una buena comida (ahora con eme): 300
Buena música: 801.25
Buena película: 1100
Buen libro: 2.50 (he aquí donde todo cierra)
Buen negocio: 8400
Muy buen negocio: 50000
Una viveza criolla de su parte: 2000
Chiste smartass: 703
Una buena comida (afuera): 1300 (lo esporádico la hace cotizar más que la casera)


Echada la ponzoña, sigo mi camino. ¿Para dónde iba caminando antes de empezar? ¿Para allá o para acá? Para acá. Adiós.

jueves, abril 15, 2004

Rumbo nebulosa

Antes que nada, un consejo infalible que me deja como benefactor de la humanidad: "no lean esto hasta el final. Es malo. Inviertan su el tic no alcanza tac en algo mejor". Listo.
Después no digan que no les avisé. La casa no acepta devoluciones. A llorar a la Iglesia, a cantarle a Gardel y say álpist.


Llego a casa a las milquinientas y tengo esta compulsión de escribir. Comienzo sin tener idea del tema y mi máxima meta es descubrirlo al terminar.

De algún modo me descansa. Más incluso que leer o dormir. Es un descanso distinto. Es un descanso de tildar una tarea en la tudulist.

Las palabras no tienen destinatario, aunque me fantaseo pensando en cazadores-recolectores que las descubran en sus incursiones por la selva en la que habitan. Quizás llamen su atención.
Quizás ellos se pongan en contra del viento para mirarlas y olerlas sin ser advertidos. Quizás salgan al claro y traten de atraparlas, de alimentarse de ellas, y en la maniobra las dirijan en manada huidiza hacia destinos azarosos, culpa del pánico y el desorden.

Al día sigiente, tras el sueño reparador insustituible, al que arribo mucho más fácilmente cuanto más cazorecolecto a mi vez, pero en forestas papíricas que sí valen la pena, al día siguiente, decía, entro en mi engranajito más libre, más hueco, más sumidero para la ósmosis diaria. Habiéndome rascado la cabeza del lado de adentro, comienzo a girar mi estúpido engranajito con más visión lateral. Con paisaje más interesante. Más colorido. Las palabras que escupí, ya desoxigenadas y llenas de impurezas, dejaron un espacio para respirarme una buena de palabras nuevas, impolutas y energizantes.

Las toxinas que destilé y expelí pueden manchar a otros. Esto no resulta ser un accidente. Es su función. Algunos harán una mueca, se mirarán la salpicadura y se alejarán para evitar futuros enchastres desagradables. Otros, quizás, se acercarán para mancharse con estos colores, ya sea porque les agradan y abundan en ellos, o porque no los tienen y los quieren conocer. Ahora, si doy un paso al costado, o miro la escena con otra cámara, o hago un cambio de variables: equis igual a te de y, dejo de ser yo y paso a ser el de al lado. Y la maldita simetría me hace totalmente secundario, periférico, me muestra cuatromilmiyón ombligos, y ni tan siquiera todos iguales. Todos distintos e interesantes, enrulados a diestra y siniestra, si fuera correcto usar tales direcciones localistas para definir el sentido de una espiral. Entonces no me queda más que aceptar un epursimúv.

Zoom out de cuarentamiyón órdenes de magnitud. El protagonista queda hecho un puntito, y resulta que estaba en ese polvucho estelar pedorro de allá en el rincón. Empieza a caminar para el centro, pero desde acá arriba no se ve.

Ahora me toca escribir a la carta. Eso me gusta menos, porque tengo que caminar hacia el centro como el puntito. Por otro lado, al terminar la caminata, me siento mejor, porque me acerqué a algun sitio con nombre y apellido.

domingo, abril 04, 2004

DeLorean

El primer uso que le daría a la máquina del tiempo sería lavar los platos antes de comer.

viernes, abril 02, 2004

Más debeá

Acá hay un poco de conexto para el post anterior.

Una idea asaltó mi cabeza.
Podría decirlo más poéticamente, como Terry Pratchett: "En su estado semiindefenso, una idea que vagaba por las dimensiones, en busca de una mente donde echar anclas, se deslizó en su cerebro".

Me hallaba pensando en el debeá y en su sutil observación del fumigador con cara de superior tarea salvamundista, y enredepente encontré que quizás existiría una hermandad entre ellos. Imaginé al debeá con su propio cilindrito atado a su espalda atendiendo a los pedidos de desratizaciones y desempiojamientos de La Base De Datos.

Ambos saborean el mismo regustillo de poder absoluto en su terreno, y ambos llegan, arreglan y se piantan haciéndolo parecer tan fácil cuando no lo es. Ambos están en el grupo de riesgo de la Patología del Portero, que normalmente abusa de su absoluto poder en su ínfimo terreno. Al fumigueitor la patología le había llegado al rostro, en forma de mueca invisible. Al debeá lo veo como un poco más inmune. Quizás por la intrínseca complejidad del ladillaje digital.

Ojo. No se crean que los únicos que tienen patologías son los ultraespecialistas. El Hombre Común Sé Un Poco De Todo Dejá Que Lo Arreglo Yo tiene la patología contraria, cuyo nombre científico es no llames al podador de la palmera. Consiste en esquivar la conveniente especialización con el fin de ahorrar morlacks, a cambio de pérdidas astronómicas de tiempo y, en el caso específico de la palmera, ganar magullones por doquier.

jueves, abril 01, 2004

Debeá

Administrador de la base de datos. Un fulano que trata de dejar todo cuadradito. Las curvas, las espinas, las arrugas no son para el portero de la base de datos. El tipejo está más contento cuanto más monoblóquico es su edificio.

Pero enderrepente se sumerge en esta superbasededatos que sólo almacena excepciones a la regla. Se embloguea por parajes que se afanan por ser distintos, por esconder su automatismo basedatil, como ocultando vergonzosos sus cuadradas entrañas, su hermandad teórica. Y bien que lo logran. Y cuánto que seducen. Y cómo que muestran sus dispares paisajes, tan amenos al pasajero (al que le suena aquél tema de Iggy Pop mientas los transita).

Y en ese momento el debeá (así le dicen los amigos) flashea y se pierde, y se alimenta de ese desparramo de ideas inorganizables, y se pincha con las espinas y se rasca la espalda en las arrugas, y se toboganea por las curvas, y desde afuera los pájaros, desde su libertad, lo ven por la ventana muy sentadito frente a su cajuela monitórica, con su sillita y su escritorito y su tecladete instrumental, duro y concentrado, pero con menos cosas que envidiarles.

Disfrute, maestro!