Hace mucho que alguien no lograba ponerme de mal humor.
Hoy lo lograron.
Me gustaría que no me importe mandar a esta persona a la mierda.
Pero me importa.
Es increíble la desconexión que puede haber en una conversación conmigo.
Puedo hablar una hora con otra persona, y que cada uno se vaya con una idea diametralemente opuesta de la conversación. Yo jugaba con la idea de la semántica incompatible, pero no la disfruto.
Me voy a por mi caminata reparadora, y mi siesta que merezco.
¿Realmente soy yo?
Al menos me contó cómo surgió todo. Cuál fue el guijarro (fueron al menos tres) que armaron la bola de nieve.
Ella: "Claro. Siempre asignando la culpa al otro."
Zás. Sacó el comodín. ¿Cuántos tiene este mazo?
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