Acabo de leer algunos blogs que tengo abandonados.
Leí cosas que logran ser maravillosas sin ser espectaculares.
No pude comentar.
Simplemente no pude.
Pero me dieron ganas de abrazar a sus autores, en silencio.
Para pagar mi deuda de palabras en cuotas de a mil.
Y en silencio.
Me atornillo los ojos a los sitios que conozco y me prohibo clickear en los links a otros que prometen ser igual de buenos. Necesito tener una vida, también.
Lo hermoso de esto es que cuando me jubile haré cualquier cosa menos aburrirme.
Ahora me voy. Y me llevo mi vacío para que no les reseque la garganta.
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