viernes, noviembre 19, 2004

Colores

Nota previa: Me he llegado a emocionar cuando la novia de un amigo, estando los tres tomando algo en un bar, dijo: —Yo no salgo más si no viene Racter.

Había sido una de mis noches de chistes exitosos. Lo que ella no sabía y me dediqué a explicarle, es que los repito hasta el hartazgo. Y empiezan a cansar a la tercera vez.

Con los posts pasará lo mismo. En fin. ¿Ya escribí sobre este tema antes?

Fin de la nota previa.


¿Cómo hacer para explicar cómo veo el color rojo? Todos tenemos un acuerdo sobre a qué le llamamos el color rojo, y todos estaríamos de acuerdo (salvo detallistas mujeres que distinguen más colores que mi placa de video TrueColor) en cuál entregar si se nos presentan varios objetos y se nos pide el rojo.

Lo que no podemos hacer, es averiguar cómo ve el color rojo cada uno de nosotros. Quizás mi amigo G ve el color rojo exactamente como yo veo el color verde. Aunque el le llamará rojo a ese color que sus ojos procesan así como yo proceso el verde, porque toda la vida le enseñaron que eso era el rojo. ¿Se entiende?

Es imposible detectar eso. Tan imposible como explicarle a un extraterrestre para dónde queda la izquierda en una conversación telefónica (o ya que estamos, telepática).

— Para el lado del corazón.
— ¿Cuál de los tres?

En fin. No me preocuparía eso demasiado. Lo que sí me preocupa es que pase lo mismo con las palabras. Que yo le de a una palabra un significado distinto del que le da otra persona. Eso saltaría rápidamente a la luz por incoherencias en una charla. El interlocutor preguntaría ante la primera inconsistencia en el discurso. ¿Pero qué pasaría si yo tuviera una estructura de significados que hiciera imposible detectar que la semántica es distinta a la de otra persona? Si cuando yo digo “zanahoria” mi amigo interpreta “llamar” y si cuando yo digo “encantar” mi amigo entiende “teléfono”, cuando yo diga “me encanta la zanahoria”, él entendería “te llamo por teléfono”. Yo podría irme creyendo que charlamos largo tiempo sobre nuestras costumbres alimentarias y él, convencido de que concertamos una cita para ir al teatro.

(los que duden de mis inclinaciones sexuales, por favor reemplacen amigo por amiga, y considérenlo parte del problema de semántica)

Eso no sería suficiente, ya que mi amigo disfrutaría de una zanahoria (quiero decir me llamaría por teléfono) ni bien yo no me presentara a su invitación teatral. O sea que la biyección estructural debe ser más compatible. Zanahorias y planes de ocio cultural no son compatibles.

Tengo la fantasía de que existen tales estructuras morfológicamente compatibles, así como hay gente que no sabe que ve verde el color rojo.

2 comentarios:

b. dijo...

(colores 11/2004, pa' q' sepa qué es lo que ando comentiando). Esa duda colorística la tengo desde que empecé a hacerme preguntas filosóficas lindantes con la pelotudez (es decir, desde hace muchos años). Pero en la comparación con el lenguaje, de golpe me dió la sensación de que frecuentemente somos bastante daltónicos. No al extremo de tu post. Pero alguna vez te leí quejándote de las limitaciones de las palabras (otras de las dudas filosóficas que me acosan desde hace tiempo), que quizás pudiese solucionarse con la existencia de la telepatía (cosa que le sacaría todo interés a la interrelación humana, agrego yo). Pero que en esto de la parla, somos bastante daltónicos, no cabe duda.

Racter dijo...

Creo que con la telepatía pasaría lo mismo que con la parla. Las representaciones mentales, impulsos cerebrales o lo que sea que se involucra en el pensamiento no siempre serían interpretables por el remitente, ya que los pensamientos tienen mucho de enlaces a recuerdos vividos y sensaciones que no necesariamente se transmitirían por la telepatía.